El Museo de Málaga-Palacio de la Aduana acogió ayer la penúltima actividad de la segunda edición del Programa Andaluz de Cultura Gastronómica ‘Andalucía come Cultura’, impulsado por la Consejería Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, con el patrocinio de la Fundación Unicaja
Se trataba del la mesa gastrocultural ‘Teatralidad y Gastronomía, y participaron el actor y gastronómo Juan Echanove; el cocinero y fotógrafo Sacha Hormaechea; y el periodista y profesor de la Universidad de Málaga, Teodoro León Gross; además del coordinador del programa, Fernando Huidobro
Málaga, 18 de septiembre de 2024
Propiciar el sueño, evitar la sobreactuación, alejarse de las élites y recuperar lo popular. Crear recuerdos y memoria emocional. Remover con acciones que el espectador o el comensal no pueden generar o replicar. Perseguir la verdad en lugar del espectáculo. Esas son algunas de las reflexiones atrapadas ayer tras el coloquio celebrado en Málaga en torno a la ‘Teatralidad y Gastronomía’, en la que fueron protagonistas tres referentes en cada una de sus materias: Juan Echanove, Sacha Hormaechea y Teodoro León Gross.

La de ayer era la penúltima cita de la segunda edición del programa Andaluz de Cultura Gastronómica ‘Andalucía come Cultura’, que organiza la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía con el patrocinio de la Fundación Unicaja. La cita tuvo formato de mesa gastrocultural, y en ella participaron el actor y gastrónomo Juan Echanove; el cocinero y fotógrafo Sacha Hormaechea; y el periodista y profesor de la Universidad de Málaga, Teodoro León Gross. Actuó como moderador el coordinador del programa, Fernando Huidobro, que incidió en el arranque de la actividad en la vocación de este programa que ya ha cumplido dos años y que tiene como finalidad “llevar a la conciencia de todos que la gastronomía forma parte, indudablamente, de la cultura de un territorio, en este caso del andaluz… Buscamos que cuando ustedes realicen una actividad gastronómica en su cabeza tengan claro que acuden a una actividad cultural, como cuando entran a un museo.. Tan hecho cultural son los cuadros que cuelgan en un museo como un gazpachuelo, pues éste habla de nosotros, de nuestra historia, de quiénes somos, de nuestro patrimonio…”.
Mesa gastrocultural completa
Y hablando de cultura y de arte, el Museo de Málaga (Palacio de la Aduana) acogió ayer un encuentro en el que se profundizó en las conexiones entre la ‘Teatralidad y la Gastronomía’. Al respecto, abrió la tanda de impresiones el cocinero Sacha Hormaechea, para quien “la sala de un restaurante no deja de ser un escenario, un lugar en el que suceden cosas y donde realizamos dos funciones diarias”. En su opinión hay puntos de conexión entre las artes escénicas y un restaurante, porque también hay sentimientos, reacciones de atracción o rechazo a los platos, “al final lo que hacemos es interpretar”.
Por su parte, Juan Echanove introdujo la reflexión sobre dos actividades que se realizan delante de un público, y consideró que era interesante para centrar el objeto del coloquio el dar una definición de teatralidad. Para él se trata de “la utilización de medios humanos y técnicos por parte de un grupo de personas para propiciar una sensación o un sueño”. Y precisamente en ese objetivo, el de generar un sueño, es donde hizo hincapié. A raiz de ahí aseveró que respecto a esa teatralidad se pueden buscar analogías, pero también diferencias, entre lo escénico y la restauración.
La comida y la memoria emocional
Siguiendo con la analogía, el actor centró las acciones en un entorno que puede ser similar, “un espacio iluminado de manera concreta, con una decoración determinada, en el que unos personajes elaboran una historia —que puede ser un drama, una comedia o una comedia dramática—. Y se hace a la vista de los espectadores. La diferencia es que el público del teatro, en contra de lo que se piensa, en realidad nos los vemos; sí los sentimos. En un restaurante sí se les ve”.
A continuación Echanove entró de lleno en esa tendencia actual que se da tanto en lo escénico como en la restauración, y es ese público que está más preocupado en inmortalizar la experiencia que en disfrutarla; en hacer ver y publicar en sus redes que ha participado de ello más que en dejarse llevar por lo que le provoca. Entonces para el actor surge un riesgo en esa relación, “y es que la experiencia es bonita, pero cuando la formateamos hacia que lo importante es asistir, nos perdemos parte del sueño”.
Al respecto lanzó una pregunta: “Cuando no hay verdad, ¿cuál es la esencia de la teatralidad”. La respuesta la dio con unas palabras de Federico García Lorca que matizaba que “el teatro es una verdad para ser representada”. Llevando esto al plano de la gastronomía, añadió que “el acto de comer provoca, fundamentalmente, una memoria emocional. Y para ello puso como ejemplo una experiencia vivida ayer mismo comiendo en la playa: “Ese salmonete formidable que he comido hoy, en el que entran en juego Málaga, Pedregalejo, Fernando Huidobro que nos acompañaba, un día nublado, algo de viento… Estableces todo un momento de vida en torno a un salmonete. Y eso es lo que me ha gustado siempre de lo que sucede en un restaurante”.
La sobreactuación mata
Para el actor, “ante esa definición lorquiana, tanto en el teatro como en la restauración corremos un riesgo: la sobreactuación. Y la sobreactuación mata. Mata al teatro, mata la creación, mata el sueño. Porque un sueño sobreactuado es una pesadilla”. Y en su opinión eso también sucede en el mundo de la restauración cuando aparecen en escena recetas sobrecargadas o un personal que se limita a repetir una descripción que no entiende; cuando surgen esos platos llenos de ingredientes que son imposibles de narrar. Ese mundo de la sobreactuación es un cáncer tan peligroso como la inhibición del espectador por los soportes digitales”.
La riqueza gastronómica convertida en espectáculo
El periodista Teodoro León Gross abrió un nuevo capítulo en el coloquio, retomando esa idea que rodea al programa ‘Andalucía come Cultura’ de lo gastronómico como hecho cultural. Pero en su opinión, la exposición mediática (al igual que ha sucedido con otras muchas cosas) ha sustituido la riqueza de la gastronomía por el espectáculo. “Los medios de comunicación somos cómplices de convertir casi todo en un espectáculo —continuó—, y esa riqueza cultural gastronómica termina cuando nos centramos en la gala Michelin, en los 50 Best, en los eventos… Ponemos el foco en lo que tiene de espectáculo, y eso es parte de un proceso que ha ido degradando nuestra relación con la realidad”.
Aquí entra en juego ese cambio que se ha producido en los últimos años al comunicar a nuevos públicos con nuevos intereses, pues “ese espectáculo es lo que maravilla a la sociedad; a la gente le aburren los hechos y buscan que les sorprendan e impacten”, destacó León Gross.
El riesgo de olvidarse de lo popular
Juan Echanove volvió a dirigir la mirada hacia otro riesgo que afecta tanto al mundo de la escena como al de la restauración. “Nos olvidamos de lo popular, de que trabajamos para la gente. Nos olvidamos de ello y al final trabajamos para una élite. Pero al final es difícil que las élites se renueven; están cada vez más envejecidas”. Al respecto también habló de esta tendencia de los ranking y de la competición por entrar en la lista de los mejores (algo más propio de la gastronomía y no tan común en el teatro), y profundizó en que “las experiencias que tienen que ver con los sueños nada tienen que ver con la competición… Si nos dejamos llevar por la competitividad en lugar de por la creatividad finalmente la frustración nos estará esperando a la vuelta de la esquina”.
Saturación y minimalismo
El actor siguió hablando de similitudes y riesgos y se centró en cómo en los últimos años ha cambiado tanto lo escénico como el mundo de la restauración. Y uno de ellos es la saturación, pues ya es raro un espectáculo que habite en un teatro durante una temporada; ahora hay dos o tres propuestas en un mismo teatro en un mismo día. Y esa saturación también ha llegado a la oferta gastronómica.
En opinión de Echanove, esta nueva realidad “nos obliga a los que tenemos que crear el sueño a llevar a cabo un minimalismo brutal. Ya no importa la escenografía, la luz, el vestuario… Lo importante es otra cosa, la gente viene a ver a fulano o a fulana de tal”. Esa búsqueda de lo famoso, de lo popular de lo conocido reduce la las posibilidades de crear el sueño, y por eso el actor aseveró: “Tanto en el restaurante como en el teatro, el espectador no puede ser capaz de hacer lo que hacemos nosotros. Porque si el espectador es capaz de crear el sueño, no va a venir a vernos, lo hará en su casa”.
Sacha Hormaechea ahondó en este tema, relacionándolo con los modelos gastronómicos que proliferan y se replican. Y es que en su opinión “dentro de diez años la gente saldrá a que le den lo que le gusta; irá a sitios donde ofrezcan lo que quería. Como sucede en la escena, el público busca al actor conocido, y al final en vez de teatro, intenta gustarle a todos. Volviendo a lo gastronómico, es más fácil hacer algo que se conozca, que se coma en cualquier sitio. Por eso viajamos 9.000 kilómetros esperando que frente a tu hotel haya un Starbucks o pedimos un guacamole en Madrid (y no en un restaurante mejicano)”.
¿Lo que el público o el comensal quiere?
A raíz de esa idea de ‘vamos a darle a la gente lo que quiere’ Teodoro León Gross aseveró que el mundo de la comunicación ha sido también vehículo de esa idea. Esa es “la gran trampa que hemos observado: ¿le damos al público lo que quiere o lo que le hemos acostumbrado a que quiera?”.
Así, y volviendo al tema de la gastronomía y la inquietud por reencontrarse con su público natural, el periodista concedió relevancia a la idea de que ir a comer a un restaurante es buscar unas situaciones y unos espacios alejados por completo de lo cotidiano, que “sea algo relativamente extraordinario”. “No tiene que ser espectacular. Que no impida esa relacion en la que la gastronomía sea efectivamente cultura. Que se aleje de esa idea mediática que ha llevado la gastronomía a ese plano del entretenimiento”, concluyó.
La gastronomía como patrimonio cultural
Como se ha adelantado, la de ayer era la penúltima actividad de la segunda edición de ‘Andalucía come Cultura’, un proyecto que incide en su pretensión original, que es visibilizar la estrecha e indisoluble relación de la gastronomía y la cultura. Así, los impulsores del programa defienden la realidad de la gastronomía como patrimonio cultural de un territorio, en este caso el andaluz, y un elemento más en la construcción y esencia de la personalidad y forma de entender la vida de los andaluces.
Esta segunda convocatoria ha reforzado esos pilares que sostienen el proyecto, y que pretenden unir esos dos conceptos (gastronomía y cultura) y llevarlos a la cabeza de todos los andaluces y al mundo de la gastronomía; “porque la gastronomía es cultura de principio a fin”, como defiende Huidobro.
El Programa Andaluz de Cultura Gastronómica se nutre en esta labor de difusión de la cultura y el patrimonio gastronómico de diferentes acciones, como talleres monográficos en restaurantes andaluces, mesas redondas o diálogos con diferentes referentes de ámbitos gastronómicos, culturales, científicos, etc.La segunda edición concluye hoy, también en Málaga, con un taller sobre la evolución de las sopas malagueñas y su proyección exterior, a través del ejemplo del gazpachuelo. Participarán en el mismo Dani Carnero (Restaurante Kaleja, Málaga), Pedro Aguilera, de Mesón Sabor Andaluz (Alcalá del Valle, Cádiz) y Diego René (Restaurante Beluga, Málaga).